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Ana María Lajusticia

BIOGRAFÍA

PRESCRIPTORA DE UN ESTILO DE VIDA SALUDABLE

Ana María Lajusticia Bergasa nació en Bilbao el 26 de julio de 1924, hija de Jesús Lajusticia Alonso y Delfina Bergasa Goyenechea. Entre sus recuerdos de infancia destacan aquellos relacionados con la alimentación tradicional y el aprovechamiento de ingredientes tanto animales como vegetales que han ido desapareciendo de la gastronomía actual. El antiguo modo de cultivo de los vegetales, la recuperación del colágeno de las articulaciones de las carnes y los largos procesos de cocción eran elementos cotidianos que más tarde quiso recuperar de una forma única.

Ana María Lajusticia describe una infancia feliz que se vio truncada por los avatares de la guerra  Civil Española (1936-1939).

Tras el fallecimiento de su padre en 1937, empezó a sentir taquicardias nocturnas relacionadas con la necesidad de ser buena estudiante y así poder contribuir a la economía familiar de la que entonces había tomado las riendas un tío materno. Con 15 años se trasladó con su familia a Madrid. Estudió el bachillerato y en el curso 1941-1942, influenciada por su abuela Felicidad Goyenechea Artaza, se incorporó a la carrera de bioquímica.

En 1947 figura como una de las pocas mujeres que consiguió no sólo acabar la licenciatura si no hacerlo con brillantez. Ella atribuye el éxito a la constancia, la disciplina y la curiosidad. En 1948 fue a vivir a la provincia de Girona ya que allí encontró trabajo en las Minas de Osor. En ese mismo año se casó en Anglès con Manuel Feliu de Cendra, propietario agrícola, y tuvieron seis hijos: cuatro chicas y dos chicos. Actualmente tiene cuatro nietos.

Como ha contado en más de una ocasión: «He estado 21 años con un corsé de varillas; sé lo que es estar enferma, sé lo que es estar bien». Se refiere a la prescripción médica que le hicieron en 1955 y que siguió a pies juntillas hasta 1973. Con 43 años le fue diagnosticada una diabetes tipo II que no auguraba la longevidad y extraordinaria que exhibe hoy en día. Gracias a su formación como química investigó hasta dar con el problema: su alimentación era muy deficiente. Carecía de aportes proteínicos y vitamina C, se excedía en el consumo de hidratos de carbono y las verduras que consumía eran pobres en magnesio. 

Mediante un cambio en la dieta y un incremento significativo de aportación de magnesio, su vida cambió. Con 52 años dejó de usar corsé y tuvo que enfrentarse a las consecuencias de la atonía muscular que ese andamio artificial había provocado en su espalda. La propia curación, el descubrimiento en la propia piel de lo mucho y bueno que puede hacer una alimentación corregida y ajustada convirtió a la vasca en un paladín de la causa del magnesio y de otros elementos que tanto bien hacen a nuestra salud. 

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